Poco a poco, a pesar del velo impuesto por los dueños de todo; la verdadera Gabriela Mistral vuelve a florecer, mostrando que era mucho màs que una virtuosa profesora rural.
Mucho más que eso, una mujer con rabia por la realidad, mujer revolucionaria y envidiada, sobre todo por hombres, que la quisieron aislar y censurar, mujer con valentía, mujer que amó como quiso y quien quiso.
Mujer que deja huellas imborrables de las que aun debemos aprender.
Nuestro homenaje en un poema del Gran Nano Stern
Gabriela Mistral, poeta
de tierra, cauce y estrellas,
sigue marcando sus huellas
como en el cielo un cometa.
Lucila Godoy, profeta
del amor y la enseñanza,
imagen y semejanza
de la divina escritura,
fluye como el agua pura
del Elqui de su crianza.
Gabriela vive en los cielos
de su Vicuña natal,
y es como un poema astral
que baja con los deshielos.
Lucila, que entre mil velos
vivió amores prohibidos,
susurra en nuestros oídos
su fuego, que es risa y llanto
y que aún vive en su canto
desafiando a los olvidos.
Quieren hacer de Gabriela
lo que Gabriela no fue
y meterla en un corsé
de maestra de novela.
Lucila no se consuela
pues su enorme corazón
no cabe en un colofón
corregido y descremado;
Si acaso dejó un legado
fue su insurrecta pasión.
Gabriela de los sonetos,
Gabriela de la reforma,
Gabriela, que a toda horma
calzó propios alfabetos.
Gabriela de los secretos
y de las cartas de amor,
Gabriela y todo el fulgor
del universal concierto,
Gabriela que en el desierto
hizo del verbo una flor.